viernes, 1 de julio de 2016

LA   CAPACIDAD   PREDICTIVA  DE  LAS   ENCUESTAS   ELECTORALES  
Y   LOS   RESULTADOS  DEL  26-J


Las encuestas electorales están siendo cuestionadas tras los resultados del 26-J, sobre todo por haber sobrevalorado los votos y escaños de Unidos-Podemos y haber minusvalorado los del PP. Mucho se ha escrito para buscar alguna explicación sobre ello. En este breve artículo quiero centrarme en un aspecto poco comentado, y es la influencia que han podido tener en la capacidad predictiva de las encuestas algunos acontecimientos surgidos entre la fecha de realización del trabajo de campo y el día en que se celebraron las elecciones.

Factores que limitan la capacidad predictiva de las encuestas

Las encuestas predicen bien el voto si las elecciones se celebraran justo en el momento en que se realiza el trabajo de campo, pero su capacidad de predicción se reduce conforme aumenta la distancia respecto a la fecha de los comicios. No olvidemos que las encuestas son una fotografía del estado de ánimo y de la intención de voto de los encuestados, fotografía que se realiza justo en el momento en que se aplica el cuestionario. Tanto el ánimo como la intención de voto pueden cambiar en los días posteriores a la realización de las encuestas, y puede que en ello influya el hecho de conocer el propio resultado de los sondeos (reflexividad) y las situaciones de preocupación e incertidumbre que puedan producirse por algún acontecimiento sobrevenido.

Además de la fecha en que se realiza el trabajo de campo, la probabilidad de que las encuestas acierten depende de otros factores: i) la “muestra”, tanto en lo que se refiere a su tamaño (cuanto mayor sea, menor será el nivel de error), como a su composición (debe reflejar la estructura de la sociedad a la que se dirige, en términos de edad, sexo, nivel de estudios, renta, localización geográfica,…); ii) el “tipo de cuestionario” (con preguntas bien formuladas y con opciones claras de respuesta); iii) el “modo de realizarlas” (si en domicilios o por teléfono) y iv) la “capacidad y motivación de los encuestadores” para conseguir que los encuestados respondan a las preguntas que se les hacen.

Esos factores están muy condicionados por los recursos económicos de que dispongan las empresas demoscópicas. Si los recursos son bajos, las muestras serán pequeñas, no habrá control de calidad para garantizar que la estructura de la muestra sea la correcta, se utilizarán listados telefónicos ya obsoletos, los encuestadores estarán mal remunerados y harán las encuestas de forma apresurada,…

Luego, está el trabajo de “cocina” para imputar una probabilidad de voto a los que no han dicho a quién votarían. Para ello se tienen en cuenta las respuestas de los encuestados al resto de preguntas del cuestionario (recuerdo de voto, valoración de líderes, nivel de confianza y/o rechazo en un determinado partido, percepción de la situación económica,…). Sin “cocina” la capacidad de predicción de escaños será muy baja en situaciones en las que sea elevado el porcentaje de los que no han expresado en la encuesta su intención de voto.

El efecto Brexit en un escenario de previsible ascenso de Unidos Podemos

En el caso de las pasadas elecciones del 26-J, y dando por supuesto que los factores antes citados han sido los correctos en todas las empresas demoscópica (lo cual es mucho suponer), creo que hay algunos factores que podrían explicar el escaso acierto que han tenido las encuestas (sobre todo, en la estimación del voto y escaños del PP y Unidos Podemos).

Me refiero a la incidencia de acontecimientos que pudieron alterar la percepción social de la situación política en los últimos días, pero que no podían ser detectados por unas encuestas que, por razones legales, sólo pudieron publicarse la semana anterior. En esas encuestas previas no sólo se aseguraba el sorpasso de Unidos Podemos, sino que arrojaban un empate técnico con el PP (con diferencias porcentuales de apenas tres puntos entre ambos partidos).

Entre esos acontecimientos cabe destacar el resultado del referéndum británico sobre la permanencia del Reino Unido en la UE. La inesperada victoria del Brexit impactó en la opinión pública como una piedra arrojada en un estanque, generando un pánico generalizado en los mercados bursátiles y provocando una situación de incertidumbre en la población. Aunque la población española no estuviera muy informada sobre lo que significaba el Brexit, lo cierto es que, entre el viernes 24 y el domingo 26, los medios de comunicación estuvieron informando de una fuerte caída de las bolsas internacionales (con la española como la más afectada) y del panorama de preocupación que eso generaba.

Dicha situación reforzaba la estrategia del miedo en la que se venía basando la campaña electoral de Rajoy ante la amenaza que, en su opinión, representaba Unidos Podemos, y potenciaba aún más la idea de que el PP era el partido que ofrecía seguridad frente al caos e inestabilidad de las otras opciones.

En tal contexto de incertidumbre, al igual que muchos inversores se refugiaron en valores seguros (dólar, oro,…), es probable que muchos votantes acabaran refugiándose en los partidos tradicionales (PP y PSOE), prefiriendo no arriesgar con unos nuevos y bisoños partidos (Cs y Unidos Podemos) que poco sólido habían ofrecido en una campaña electoral bastante anodina, algo infantil y de mucho marketing, pero de escasas y atractivas propuestas.

En el caso de los votantes más tradicionales de IU, es probable que la incertidumbre de los últimos días les llevara a dudar (aún más de lo que ya estaban) sobre su apoyo a la coalición con Podemos. Dada su histórica fobia socialista, no es verosímil pensar que esas dudas les hubieran conducido a votar al PSOE, pero sí es posible que eligieran abstenerse o votar en  blanco como forma de expresar así su descontento con el modo como se había realizado el pacto entre Garzón e Iglesias. (Ver el excelente artículo de Ignacio Sánchez-Cuenca publicado el día 28 de junio en Infolibre con el título “La caída de Podemos” en el que observa cómo en las provincias donde mayor había sido el voto de IU en las elecciones del 20-D, es donde menos votos ha recogido la coalición con Podemos).

Ese cambio de actitud del electorado no pudo ser recogido por las encuestas, debido, como he señalado, a la prohibición de no publicar sondeos de opinión en la última semana. Por ejemplo, el trabajo de campo de la encuesta del CIS se realizó en el mes de mayo, y el de las últimas publicadas por otras empresas tuvo lugar semanas antes de la fecha de las elecciones.

En esas condiciones tan volátiles, era difícil predecir lo que ocurriría el 26-J. Como señala J.J. Toharia en su artículo del 28 de junio en El País, una encuesta realizada (y no publicada) por Metroscopia la misma tarde-noche del viernes previo al 26-J, indicaba que el efecto Brexit ya había hecho cambiar el voto en un 1% del electorado y que el 3% se lo estaba pensando (un millón de posibles votantes). No es descartable, por tanto, que, en la jornada de reflexión, un porcentaje aún mayor decidiera cambiar su voto refugiándose, como he señalado, en las opciones tradicionales.

Algunas reflexiones finales

Este hecho (el Brexit en un contexto de ascenso de Unidos Podemos, pronosticado desde semanas antes por las encuestas) explicaría el ascenso final del PP hacia el 33,02% (con un aumento de más de 600.000 votos) y la pérdida de casi 400.000 votos de Cs (probablemente transferidos a los conservadores). Asimismo, podría explicar la movilización final de los votantes del PSOE y que este partido mantuviera prácticamente sus votos en torno a los 5 millones y medio (22,68%) evitando el anunciado sorpasso de Unidos Podemos (que perdió más de un millón de votos respecto a lo que obtuvieron por separado los dos partidos el 20-D). El reparto de los últimos escaños en algunas provincias por un puñado de votos, explicaría la composición final del Parlamento.

Todas estas cuestiones habrá que analizarlas en estudios postelectorales. En todo caso, hay que admitir que las encuestas electorales tienen una limitada capacidad predictiva, aún menor a la hora de estimar el número de escaños. Está bien que las empresas demoscópicas debatan sobre lo que ha ocurrido, que mejoren los métodos de muestreo y estimación de las encuestas y que destinen más recursos económicos a su realización. Pero nunca aumentará su capacidad de predicción si la fecha del trabajo de campo se distancia mucho del día de las elecciones. Por eso, es perentorio exigir que se elimine la absurda norma de prohibir la realización de encuestas en los días previos a la fecha electoral.

Termino con una petición final: no hagamos encuestas a pie de urna, que sólo sirven para desprestigiar a los sociólogos y para entretener durante dos horas las tertulias televisivas y radiofónicas hasta conocer los primeros resultados reales.

6 comentarios:

  1. En general estoy de acuerdo con todo lo que planteas y muy especialmente con la crítica a las encuestas a pie de urna. Además de la dificultad para predecir un resultado electoral, especialmente en una situación volátil o inestable, me parece muy saludable la reflexión de los profesionales sobre la metodología. Isabel Peleteiro hizo una intervención muy buena en la sesión especial sobre encuestas electorales en el Congreso de la FES el pasado sábado. Mientras otros ponentes se dedicaron a comentar el resultado electoral y sólo dieron alguna pincelada autoexculpatoria, Isabel puso los dedos en las llagas precisas, sin ánimo de hacer daño pero también sin paños calientes.
    Excelente artículo Eduardo, como nos tienes acostumbrados.

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  2. Interesante análisis y muy clarificador. Es de agradecer este tipo de reflexiones para tener una amplia perspectiva de la situación política en la que nos sitúan están últimas elecciones. De todas formas,aunque comparto en su mayoría la aportación creo que el PSOE debe quedar en la oposición y, desde ahí,construir su alternativa.que gobierne el PP en minoria y sea el Parlamento quien ejerza una política que le obligue a afrontar la realidad que vive este país. Mi gratitud por su trabajo. Aida Fuentes

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