domingo, 28 de febrero de 2016

EL  JORNALERO  GLOBAL
 (texto publicado en el Anuario del Diario Córdoba, febrero 2016) 

El jornalero formaba parte del paisaje rural de nuestro país y era asociado a una Andalucía pobre, atrasada y mísera. Si había un modo abyecto de explotación laboral, ése era el que se producía con los jornaleros, sin derechos, esperando en la plaza del pueblo a que viniera el “aperaor” de la finca y decidiera a quien contratar ese día.

Muchos de ellos hicieron las maletas en los años 60 y se largaron a otros lugares para iniciar un nuevo proyecto de vida. Cataluña, Madrid, Alemania, Francia, Suiza, vieron aparecer emigrantes andaluces que habían dejado el pasado jornalero en sus pueblos y que se integraban en mercados laborales, mejor regulados, aunque más exigentes. Supieron adaptarse, reconstruyeron sus vidas y recuperaron su dignidad y autoestima.

A la altura del siglo XXI, retorna la figura del jornalero, ya no circunscrita al sector agrario, sino extendida a todos los sectores de la economía. La precarización del empleo es moneda común, y los trabajadores temporales (por días, incluso por horas) se extienden por el paisaje económico como nuevos jornaleros que han visto reducidos hasta el extremo sus derechos laborales. La última EPA señala cómo del más del medio millón de empleos creados en el año 2015, los temporales fueron 335.000, lo que sitúa la tasa de temporalidad a final de ese año en el 25,6% (un cuarto de los ocupados tienen contrato temporal). Respecto al número total de contratos firmados en 2015 (18,6 millones) el 92% fueron temporales, y una cuarta parte de la contratación lo fue por menos de una semana.

La práctica desaparición de los sindicatos como actores intermedios en muchos sectores de actividad, hace que la relación laboral entre trabajadores y empresarios sea hoy una relación individualizada, muy similar a la que tenía el antiguo jornalero agrícola con el “aperaor” o el patrón de la finca. La plaza del pueblo como lugar de contratación es hoy sustituida por el WhatsApp, la página web o el twitter; y la función de “aperaor” la desempeña una ETT o un amigo o conocido que facilita el contacto para ser contratado durante algunas horas para atender la demanda laboral en una empresa o negocio.

Lo paradójico de la nueva situación es que, gracias a las conquistas sociales de los sindicatos del campo y al miedo de los propietarios a las revueltas campesinas y a la amenaza siempre presente de la reforma agraria, son los asalariados agrícolas un colectivo mejor protegido hoy en sus derechos laborales, que los nuevos jornaleros del siglo XXI. La regulación de la jornada laboral, la legalidad de los contratos, la retribución salarial según convenio, el plus de peligrosidad, el tiempo de descanso, las ayudas por desplazamiento,… son elementos que, salvo en casos puntuales de contratación fraudulenta que afectan al colectivo de los inmigrantes, forman ya parte del trabajo asalariado en la agricultura, pero que están ausentes en el trabajo desempeñado por muchos de estos nuevos jornaleros en otros sectores laborales.

El retorno del jornalero en la mayoría de los sectores económicos se extiende a muchos jóvenes, incluso con títulos superiores, que ven su futuro lleno de incertidumbre y con escasas expectativas de construir un proyecto de vida digno. Como hicieron en los años 60 una gran mayoría de los jornaleros agrícolas, muchos de los nuevos jornaleros de hoy buscan también salida en la emigración a otros países, donde algunos encuentran buenas oportunidades profesionales, pero donde otros lo que hallan es un panorama de precariedad muy similar al de aquí.

Como contribución de la cultura mediterránea a la fase de capitalismo global, la figura del jornalero se extiende así a escala europea, con contratos de trabajo tipo minijobs que no permiten ni siquiera alcanzar la tan añorada categoría de “mileurista”. Es una fase de mercados abiertos en la que el sector empresarial, apoyado por los gobiernos, opta por competir por la vía de los bajos salarios y la máxima flexibilidad laboral. Parece no importarles que, con una población en condiciones tan precarias y sin suficiente capacidad adquisitiva, no es posible construir un sistema económico, como el capitalista, basado, hay que recordarlo, en el consumo.

Eurostat señala que el riesgo de pobreza en los trabajadores precarios ha pasado del 18,7% en 2013 al 22,9% en 2014, siendo un fenómeno extendido al conjunto de la UE. En el caso español, una de cada ocho personas con empleo está por debajo del umbral de la pobreza y el riesgo de exclusión (con ingresos inferiores a 663 euros mensuales) alcanza ya a un tercio de la población. Tener empleo en esas condiciones tan precarias, no garantiza salir de la pobreza.

Quizá se ha hecho tan global la economía, que las grandes empresas europeas piensan que su rentabilidad ya no depende de los consumidores de su entorno regional o nacional, sino del amplio mercado de los países emergentes, y les preocupa poco la situación económica de sus conciudadanos. Pero eso es tan volátil, que una simple caída del precio del petróleo lo complica todo, como estamos viendo en estos últimos meses con la recesión brasileña o con los desajustes de la economía china.

En estas situaciones, disponer de un mercado nacional y europeo de consumidores solventes y con poder adquisitivo ayudaría a la reactivación económica, pero resulta que ese mercado es cada vez más precario, anidando en él los nuevos jornaleros de nuestra época. Eso explica gran parte de las dificultades que tienen las economías europeas para crecer, y explica también el alto nivel de desigualdad que ello ha generado, poniendo en riesgo la cohesión social tan necesaria para el buen funcionamiento de toda democracia.

No hay comentarios:

Publicar un comentario